Acantilados de los Gigantes. Tenerife. |
"El camino no era muy largo. Le propuse a mi abuela que fuéramos en coche, pero ella prefería andar. Fuimos bordeando los acantilados. Un instante, como paralizados por lo que se ofrecía a nuestros ojos, no pudimos menos que detenernos. Allí la tierra se precipitaba hacia el mar de manera inquietante. Ese decorado de fin del mundo inspiraba numerosos suicidios. Se me hacía extraño que alguien pudiera querer morir frente al mar, ante el espectáculo grandilocuente de la belleza terrestre.
Fragmento de la novela "Los Recuerdos" de David Foenkinos.
0 comentarios